viernes, 31 de octubre de 2008

Carl English: Una revancha a la vida

El jugador de Kalise Gran Canaria pasa por un gran momento personal tras convertirse en uno de los jugadores más destacados de la ACB en este arranque de la temporada. Sin embargo, la vida no siempre le ha sonreído a Carl. Al contrario. Muertes inesperadas de sus seres queridos, lesiones inoportunas, decepciones deportivas... descubre la trayectoria de un jugador que nunca ha dejado de luchar por un deporte que es gran parte de su propia vida.

Carl English nació hace 27 años en un pequeño pueblo canadiense, St. John's. El frío y el hielo del lugar eran una invitación a abrazarse al hockey mas al pequeño Carl le seducía más el balón naranja. Su tranquila infancia se truncó de la manera más inesperada, por un terrible hecho que se cruzó en su camino a una más que tierna edad.Durante un Viernes Santo de 1986, cuando él sólo tenía cinco años, un incendio quemaría para siempre sus recuerdos y marcaría tristemente su vida. Él y sus hermanos lograron escapar de casa por una ventana pero sus padres perecieron, víctimas de las quemaduras y del humo inhalado. La tragedia provocó, además, que se separara de sus propios hermanos desde aquel dichoso día. Tres se fueron con la tía Florence, otro con Shirley y él acabó con McGrath, Betty y sus cuatro hijos. Sólo podrían verse en vacaciones y verano pero Carl se resignaba a perder el vínculo con personas tan queridas para él. “Tras la muerte de mis padres, estaba separado de mis hermanos aunque nuestra relación era estrecha”. Todavía hoy perduran esos lazos fraternales.La estrella de Kalise, por aquel entonces vivía en Patrick´s Cove, una minúscula aldea con menos de medio centenar de personas. Por ello, practicar el deporte que descubrió en su niñez en Fatima Academy –colegio donde aún hoy es ídolo y motivo de orgullo- no era tarea fácil y hubo que tirar de ingenio: “Mi pueblo era muy pequeño, no había ni siquiera una pista de baloncesto. Mis hermanos y yo nos construimos un pequeño aro y lo pusimos a un lado de la carretera, en un tramo poco transitado y remoto. Cuando llegaba un coche, nosotros nos retirábamos y volvíamos a jugar cuando ya había pasado. Esa era nuestra forma de jugar”. Al fin y al cabo, el basket era para Carl y sus hermanos “una salida a la tragedia. Todo lo que pasó fue una motivación para poder continuar”.El jugador pintaba para estrella y, por ello, tuvo que abandonar su colegio de toda la vida y a sus amigos de la infancia para pasar al St. Thomas of Aquinas de Oakville, High School de mayor renombre que le concedía una beca. Allí, tuvo el infortunio de que, por un conflicto entre profesores, se pasó una temporada en blanco debido a las constantes huelgas y no pudo jugar de forma oficial con el equipo del instituto. No obstante, sus cualidades no pasaban desapercibidas y fue invitado en un combinado de promesas canadienses que hizo una gira por Estados Unidos en la que, definitivamente, llamó la atención de numerosos ojeadores y universidades de todo el país.A la hora de elegir centro universitario, dispuso de un amplio rango de opciones, aunque se acabó decidiendo por Hawaii. “Me gustaba porque era un bonito lugar. Por todo lo que vi allí, sentí que era el lugar adecuado para mí. Fue una decisión difícil pero creo que acerté, lo pasé muy bien, disfruté bastante jugando con en esa universidad y creo que fueron unos años muy buenos”.

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